Dorothea Lange

sábado, 11 de septiembre de 2010

Nuestro primer reto, reconocernos como mujeres

Lo difícil de los derechos humanos no es exigirlos, sino ejercerlos como mujeres. Sin embargo, esto resulta un reto para todas, pues aquellas que los conocemos, la mayoría de las veces rehuímos de este deber primerísimo y quedamos a la espera de que aparezca quien se atreva a hacerlo, con la esperanza de que su manto protector nos cubra a todas, pero si nosotras no somos capaces de ejercerlos, las otras, las que los desconocen, ¿Cómo podrán hacerlo? Es cierto, la mejor publicidad es la que se da de boca en boca, pero las nuestras permanecen cerradas.

Alcemos la voz, que deje de ser el susurro que calma nuestros tormentos, alcemos tan alto que nuestros oídos y nuestras almas puedan escucharla, para que, de boca en boca, se nombre nuestro nombre, el de las mujeres, no aisladas en una sola, sino en todas las voces que deben ser escuchadas, aquí y allá donde la voz universal resuena como siempre.

Las mujeres tenemos derechos en calidad de humanas y no de ellos, los seres humanos; por eso es la palabra y su memoria, lo que nos permitirá borrar la invisibilidad en la que estamos sumergidas y emerger como lo que somos, mujeres, con rostro y subjetvidad propia, no la incluyente, no la impuesta, no la de siempre, no la masculina sino la FEMENINA.

Solo se conoce lo que se nombra y se nombra lo que se conoce, si no nos conocemos y nos reconocemos como lo que somos, mujeres, ¿Cómo podremos ejercer nuestros derechos en calidad de humanas y exigir que los hombres los respeten por lo que son?

El siguiente reto será aceptar que tenemos derechos inherentes a nuestra condición de mujeres, no por similitud o inclusión en el término universal de la humanidad, el "hombre", sino por nuestra propia subjetividad, ser mujeres.

martes, 13 de julio de 2010

http://www.desdecuba.com/generaciony/

martes, 8 de junio de 2010

Reconocimiento de la subjetividad femenina como un elemento de la dignidad humana

El desconocimiento de los derechos humanos por parte de las poblaciones vulnerables, como lo son las mujeres y las personas bajo su cuidado, niñas, niños, adolescentes, discapacitadas, discapacitados, ancianas y ancianos, por mencionar alguno, permite que esos derechos humanos no puedan ser ejercidos y exigidos por sus titulares frente a un Estado que, evade la responsabilidad de crear condiciones para el ejercicio, goce y disfrute de esos derechos y de su protección frente a posibles violaciones por la propia autoridad o terceros.

Entre las principales causas de este desconocimiento figuran, la pobreza en que viven algunas de esas poblaciones, la discriminación de la que son sujetas por las clases dominantes y la privación, por parte de las instituciones políticas y jurídicas, a ser mujeres y hombres educados como personas iguales, libres y dignas.

Esta situación genera políticamente, instituciones de gobierno ineficaces; socialmente, el empoderamiento de la clase dominante (integrada principalmente por hombres y mujeres que comparten una estructura de creencias basada en un sistema de pensamiento patriarcal), una continua práctica de discriminación; y jurídicamente, el desconocimiento de los derechos humanos, incapacidad de su ejercicio y un desigual acceso a la justicia.

Ello, junto a un Estado gobernado por la clase dominante, deriva en una política de gobierno indiferente ante la realidad de las personas que no forman parte del concepto universal de identidad que norma el derecho, esto es, el hombre como sujeto de derecho.

Jurídicamente, sólo existe un concepto de subjetividad, la masculina, que permea e impone su ideología en todas las instituciones del Estado, que vive no una, sino varias realidades convergentes en un mismo tiempo y espacio; generando una percepción parcial e impositiva de esa realidad, que ignora las necesidades del resto de la comunidad y de las que poco se interesa.

Esta visión resulta parcial porque la mitad del componente humano, las mujeres somos definidas bajo conceptos masculinos que nos conducen a adquirir conciencia de nuestro ser a través de la percepción masculina, cuando se dice que el ser humano, el sujeto, el individuo, el hombre, comprenden un ideal universal de la subjetividad humana.

Esta tradición de pensamiento universal ha construido, no sólo las instituciones jurídicas, sino formado el lenguaje que define e identifica a los sujetos de la norma y en los que, ha quedado inserta la identidad y por ende, la subjetividad femenina como un igual de lo masculino, equiparando a las mujeres como si fueran hombres en una única subjetividad, a la que se le ha pretendido atribuir un carácter de neutralidad que permita generar condiciones de igualdad jurídica primero, política y social después.

Es decir, este pensamiento, estructurado en una ideología universal resulta opresiva, porque el ser humano comprende a las mujeres y los hombres como un sólo concepto de sujeto que ignora y elimina de la realidad ontológica a quienes son diferentes de esa universalidad concebida.


Bajo este sistema de creencia patriarcal, las mujeres no adquirimos conciencia de nuestra identidad femenina, sólo la vemos como aquello que nos excluye de lo común y redunda en un sentimiento —como grupo— de inferioridad frente al acceso que tenemos a las instituciones sociales (política, economía, derecho y cultura).

¿Cómo pretendemos reclamar y exigir las mismas libertades y derechos que tienen los hombres, si no somos reconocidas como personas con una identidad propia que nos garantice ser sujetas de esos derechos humanos?

Las mujeres debemos reconocer nuestra propia subjetividad, es decir, que somos sujetas de derecho por nuestra condición de mujer y no por equiparación a los hombres como el sujeto jurídico.

Es justo en este punto, donde el Estado, a través de sus instituciones y con una política en derechos humanos, debe intervenir a favor, no sólo de las mujeres, sino de todas las personas que conforman los grupos vulnerables de esta sociedad.

La responsabilidad del Estado respecto de los derechos humanos no se limita únicamente a su protección frente posibles violaciones por la autoridad o terceros, sino también a garantizar su acción a través de la creación de condiciones, mecanismos y políticas de acción, que permitan a los gobernados y gobernadas, ejercerlos en un ambiente de igualdad, certeza y seguridad jurídica.

En este sentido, la educación es uno de los derechos humanos que, aun garantizado por el Estado no es ejercido por toda la sociedad mexicana, donde es mayor el número de mujeres a quienes se limita el acceso a este derecho, siendo el más importante mecanismo para crear una cultura de conocimiento y respeto por la igualdad, libertad y dignidad humana de mujeres y hombres.
Es deber de todo Estado con una política de derechos humanos, crear las condiciones necesarias e idóneas que garanticen a todas las personas que lo conforman, una educación integral que vaya más allá de lo básico y donde se incluya como parte de esa formación, un conocimiento de las distintas subjetividades que componen la humanidad, es decir, la subjetividad femenina y la masculina, con una idea de reconocimiento que les otorgue a las dos, una posición de igualdad en todas las instituciones sociales, empezando por el Derecho.

Esto es imperante, porque la protección que el Estado otorga a todas las personas, se hace con base en una teoría jurídica materializada a través de un derecho que regula la vida de todas las personas que integramos esta sociedad mexicana, mujeres, niñas, adolescentes, jóvenes, ancianas, homosexuales, niños, hombres y ancianos, por mencionar sólo algunos.

La dignidad de las mujeres y hombres como “sujetas” y “sujetos" de derechos humanos debe estar fundamentada, no sólo en su condición de “ser humana” y “ser humano”, sino también en el reconocimiento de la subjetividad que esa condición les confiere a cada una, ya sea como mujeres y hombres.

En este sentido, la identidad femenina debe contener esa conciencia de mujer como “sujeta” en sí, donde se mencione que la individualidad del sexo no es un elemento de diferencia sino de igualdad jurídica entre mujeres y hombres.

En la teoría jurídica no se discuten los elementos que puedan integrar la subjetividad, pues esta se considera universal, al ser el hombre, el sujeto obligado por la norma, con lo que pierde de vista que la norma afecta la vida de mujeres y hombres que se encuentran inmersos en una realidad que les ha sido impuesta y que no siempre les pertenece.
Esto contribuye al desconocimiento de la realidad de las mujeres y no sólo por los hombres que concentran las posiciones de poder, sino de las propias mujeres que, desconociendo su identidad, reproducen los sistemas de creencias patriarcales y se incluyen sumisamente en la clase dominante.

Por ello, resulta necesario cambiar el sistema institucional de educación que forma a las mujeres y los hombres, para crear en ellos, conciencia de su identidad y que puedan exigir el reconocimiento de esta como la subjetividad inherente a su condición humana, para que sea posible formar una cosmovisión integral, no sólo en la teoría jurídica sino en todo el imaginario colectivo de la sociedad.

Cuando esto suceda, estaremos en presencia de una subjetividad femenina que permita a las mujeres autoerigirse como sujetas de derechos, que puedan cambiar desde su ámbito personal, la vida doméstica y los espacios de poder adquiridos, hacia una realidad que las incluya y estén en posibilidad de participar en verdaderas condiciones de igualdad que los hombres en la vida política, social y jurídica del Estado, pues mientras no seamos capaces reconocer nuestros derechos humanos, difícilmente podremos ejercerlos y menos aun exigir su protección.

lunes, 24 de mayo de 2010

LA SUBJETIVIDAD FEMENINA, UN ESPACIO RECLAMADO DESDE LA ANTIGÜEDAD

La cultura incluye la vida cotidiana de la gente común, los objetos materiales de los que se rodea y de las diversas formas de percibir e imaginar su mundo . Es un sistema de estructuras de significación y símbolos compartidos, que permite a los individuos de un grupo social determinado, interactuar entre sí.

La cultura es una versión compartida del mundo, un imaginario que se manifiesta de muchas maneras y requiere de lenguajes, representaciones y soportes específicos para ser construido. Es un código de comprensión, un conjunto de referentes aceptados al interior de un grupo, incluidas las formas de representación mental que sus integrantes dan del mundo y de sí mismos.

Sin embargo, esta versión compartida del mundo ha pertenecido a una clase dominante, los hombres, desde la antigüedad hasta pocos siglos atrás; donde tuvieron el monopolio de la escritura y sus diversas manifestaciones, filosóficas y artísticas, mientras que las mujeres, históricamente relegadas al ámbito doméstico, también lo fueron, por cuanto a poder expresarse como colectivo y crear su propio imaginario social.

Desconocer lo que las mujeres, históricamente, desde la antigua Grecia hasta el Siglo de las Luces, tuvieron que decir respecto de la justicia, el derecho, la política, la igualdad, entre muchos otros temas tratados por el pensamiento masculino, justificando su situación dentro de cada uno de los contextos sociales de las distintas épocas, contribuye a mantener una hegemonía de pensamiento que refleja parcialmente la forma en que el ser humano percibe el mundo.

Sin embargo, el pensamiento femenino ha existido a la par del masculino, desde que se inventó la escritura y desarrollaron las artes literarias como la prosa y la poesía, desarrollado de manera distinta, con la perspectiva propia de la feminidad y atendiendo a su experiencia para explicar y comprender su realidad y la relación de ésta con las otras, como el hogar, la familia y la sociedad.

En este sentido, la literatura ha sido el espacio creativo donde se construyen los imaginarios colectivos mediante el uso del lenguaje, donde se producen los códigos culturales de la sensibilidad, sentimentalidad y de la mentalidad, la organización del conocimiento, valores y jerarquías de las prácticas sociales.

La literatura ha sido el medio por el cual, mujeres y hombres han pretendido explicar cómo ven, conocen y aprehenden su realidad; ya sea a través de la reflexión filosófica o la expresión artística, donde el espíritu se transmite por la palabra, vibra en los ecos profundos del sonido y la musicalidad del verbo .

En este sentido, la literatura femenina resguardó el pensamiento de las mujeres, de cómo se concebían, lo que significaba ser mujeres cuando escribían desde su construcción simbólica y social, rechazando una identidad impuesta a partir del lenguaje y la representación del colectivo masculino.

Las obras de las distintas mujeres que se expondrán en el presente trabajo, versan desde reflexiones sobre la esencia del ser humano, su destino, los principios que rigen su vida y el significado y fin de esa vida, el orden del mundo, ya natural, social o jurídico; al igual que temas propios de su experiencia de vida, como el amor, la familia, las relaciones afectivas y la desigualdad impuesta por los hombres; desde una posición particular, fundada en su condición femenina.

En el desarrollo de esta exposición, podremos observar que las mujeres se han autoerigido en su consciencia individual como sujetas con una identidad propia, a pesar de la situación de inferioridad en que socialmente fueron colocadas, y desde donde han reclamado el reconocimiento de una subjetividad propia, en igualdad a los hombres, aun cuando estos no la hayan querido reconocer.

Así, podemos decir que la alteralidad no es un descubrimiento del siglo XX, sino un reclamo constante de las mujeres en cada época de la historia de la humanidad.


Este proyecto, pretende rescatar la memoria de generaciones de voces olvidadas, mujeres escritoras que fueron pioneras del diálogo consigo mismas y con otras. Que incursionaron y transformaron las principales artes de su tiempo, que alimentaron voces libertadoras y transgredieron los límites socialmente impuestos, expresándose a través de la creación artística como la antesala de la lucha por la reivindicación de sus derechos.

La antigüedad.

En el mundo antiguo, el lugar asignado a las mujeres en la sociedad era de dos tipos, por un lado, las mujeres destinadas al matrimonio, significaba la reclusión al ámbito privado del hogar, mientras que otras, eran destinadas a la compañía de los hombres, en su mayoría, políticos, filósofos o ciudadanos de la Polis, estas eran las hetairas recibían una esmerada educación y algunas llegaron a gozar de cierta libertad, cultura e incluso participaron de los ambientes filosófico y político de la época, como fue el caso de Aspasia , de quien sólo hay referencias por terceros y muy poco de fuentes directas.

“Ahora tengo que dibujar la sabiduría; y aquí tendré ocasión de utilizar varios modelos, la mayoría antiguos; uno viene, como la propia señora, de Jonia. Los artistas serán Esquines y Sócrates su maestro, los pintores más realistas, pues su corazón estaba en su trabajo. No podríamos elegir mejor modelo de sabiduría que Aspasia la milesia, la admirada del admirable "Olímpico"; su conocimiento político y visión, su agilidad de mente y su penetración, todo será transferido a nuestro lienzo en sus perfectas medidas. Aspasia, sin embargo, solo se preserva para nosotros en miniatura: nuestras proporciones deben ser las de un coloso.”

Ello con independencia de la idea que se tenía respecto de las mujeres en general, atribuida a su condición de inferioridad subordinada del hombre. Un ejemplo de esto es el pensamiento de Aristóteles , donde se refiere a la a la mujer como la libre compañera que se subordina en el matrimonio al hombre y del matrimonio refiere que los esposos se complementan, el concepto que tuvo respecto de la mujer era sostenido por una teoría de valor inferior, al señalar que esta era un hombre mutilado.

Sin embargo, la situación de la mujer en la sociedad griega no fue un obstáculo para que el pensamiento femenino se desarrollara por una parte en los temas de libertad, igualdad, justicia orden, al igual que los hombres de la época; pero además, también de otros propios de su condición femenina y donde resaltaban los temas de identidad y subjetividad, entendiendo esta como la consciencia de sí mediante su particular experiencia.

La obra de Safo de Lesbos, nos permite a través de su estilo, distinguir una fuerte presencia del yo autorreferencial, situándolo en un tiempo y espacio determinado, donde el tema central de sus poemas es el amor y las relaciones afectivas que influyen en su vida y que la hacen consciente de su individualidad y libertad como persona.

“Sólo es hermoso el hermoso cuando alguien lo mira,
más si también bueno es, lo será de por vida.”

En este poema, Safo parece aludir a cualidades y valores de los seres humanos, como la belleza que, para existir, siempre requiere de un reconocimiento ajeno y la bondad, de la que resalta su carácter individual, que al interiorizarse, busca el reconocimiento propio de quien la posee y no el público, como sucede con la belleza.

A modo contrario, la Iliada de Homero contiene perfiles políticos y elementos épicos de sus protagonistas, necesarios para la reseña de las guerras y acciones heroicas, con la intención de crear una identidad universal que lograra unidad y fuerza de la Polis como un ente colectivo de carácter político.

Se expresa así una experiencia de fuerza dirigida al imaginario masculino, donde el alma humana es continuamente modificaba por las diversas relaciones de esa fuerza, tendientes a la aprobación de la comunidad.


A los troyanos, un estremecimiento de terror hizo desfallecer sus miembros;
A Héctor mismo, su corazón saltó en el pecho;
pero no tenía derecho a temblar ni refugiarse…

Zeus padre, desde lo alto, en Ayax hizo subir el miedo.
Se detiene, sobrecogido, abandona el escudo de siete pieles,
Tiembla, mira completamente extraviado la multitud como un animal…

En ese momento Zeus padre desplegó su balanza de oro.
colocó dos partes de la muerte que siega todo,
una para los troyanos domadores de caballos, otra para los griegos acorazados de bronce.
La tomó por el medio, fue cuando bajó el día fatal para los griegos.


Como se observa de este fragmento de La Iliada, pretende establecer valores de identidad común que permitan crear unidad al interior de la Polis, a diferencia de la obra de Safo, cuyos poemas y reflexiones se concentraron en exaltar la idea de la identidad femenina, describiendo su estilo de vida y sus vivencias interiores como una expresión de libertad y consciencia propia.

"Morirás, y de ti no quedará memoria,
y jamás nadie sentirá deseo de ti
porque no participarás de las rosas de Pieria;
oscura en la morada de Hades,
vagarás revoloteando entre innobles muertos".

Así, esta poetisa de la antigüedad refleja es su obra el yo autorreferencial que pudiéramos atribuir a un reconocimiento de la subjetividad propia para no colocarse bajo el patrón universal de una identidad común.

En la Roma antigua, con una cosmovisión ideológicamente patriarcal, el hombre aparecía como exclusivo representante de la autoridad y el matrimonio fungía como una institución patrimonial en beneficio de los hombres, las mujeres eran colocadas dentro de la organización social, bajo la patria potestad del marido y a la muerte de este, de sus hijos, situación que se reflejó en las instituciones sociales, el derecho y las manifestaciones escritas.

Así, en la sociedad romana, al igual que en la Grecia antigua, hubo mujeres que buscaron el reconocimiento de la identidad femenina como una condición propia de sí. La obra de Sulpicia permite observar algo del pensamiento femenino de esa época:

Para mis versos escritos tan temprano
Que ni sabía yo que era poeta
Brotados como gotas de la fuente
Como chispas de cohetes

Como pequeños diablos irrumpiendo
En el templo, donde rige el sueño y el incienso;
Para mis versos sobre la juventud y la muerte
Para mis no leído versos,

Dispersos, llenos de polvo, en librerías
Donde nadie los compra, ni los compraba…
Para mis versos, como para noble vinos,-
Su turno llegará.

¡Al fin llegaste Amor!

Con tal intensidad que me es más vergonzoso negarte que afirmarme.
Fingir que nada ocurre.
Me alegra haber cometido esta falta.
Revelarlo y gritarlo.
¡Qué los vecinos sepan!
Conmovido por mis promesas, te apoyó contra mi vientre.
Cumplió Amor con su palabra.
Te atrajo hacia mí.
No, no quiero confiar esto a la estúpida intimidad de mis notas.
¡La que no tenga su historia que cante la mía!
Me da asco componer mi rostro por el qué dirán.
¡Qué se diga entonces: Digna de vos estuve con vos Digna!


En el siglo II a.C., Cornelia fue un modelo de matrona romana que desde esa posición y a través de sus hijos, tuvo una influencia decisiva en la política romana, como se puede apreciar de las cartas que les escribe y donde muestra un conocimiento destacado respecto de cuestiones de política y gobernabilidad, que en su mayoría, resultaban desconocidas para las mujeres de su época.

En sus cartas, habla a sus hijos de temas políticos, desde su experiencia propia y consciente de su papel como esposa y madre. También refiere temas como la importancia de la familia, las tradiciones y los deberes que, como ciudadanos le deben sus hijos a Roma, según se observa en los fragmentos de una de sus cartas:


Cornelia romana, que de parte del padre es de los Cornelios y de parte de la madre es de los Fabios, a vosotros los mis dos hijos los Gracos, que estáis en la guerra de África, aquella salud vos envía que madre a hijos desea. Bien habréis oído, hijos, en cómo mi padre murió teniendo yo edad no más de tres años; y ha XXII años que soy viuda; y ha XX años que leo aquí en Roma retorica; y ha VII años que carezco de vuestra vista; y ha XII años que en la gran pestilencia se murieron vuestros hermanos y mis hijos; y ha VIII años que yo fui a veros a Sicilia a causa que vosotros con deseo de verme no desáseles la guerra; porque para mí no podía suceder igual pena con veros apartados del servicio de la república. He querido, hijos míos, contaros los trabajos que he pasado en mi vida para que no penséis pasar con descanso la vida vuestra, que si a mí, estando en Roma, no me faltan trabajos, sed ciertos que a vosotros en la guerra de África no os faltarán peligros; porque jamás en la guerra se vende la fama si no es a peso o a troque de la vida.

No Hay persona que en los tiempos pasados vio o oyó decir de Roma que no tome lástima de ver ahora a Roma; porque los corazones, como son piadosos, y los ojos, como son tiernos, no pueden mirar sin mucha lástima lo que en otro tiempo vieron con mucha gloria. ¡Oh!, si vieses, hijos míos, y cuán trocada está Roma de ser la que solía ser Roma; porque leer lo que leemos de ella, ver lo que vemos ahora, o es burla lo que escribieron los antiguos, o la miramos entre sueños. No ay otra cosa que ver ahora en Roma sino ver la justicia opresa, ver la república tiranizada, ver la mentira suelta, ver la verdad escondida, ver los satíricos que callan, ver los lisonjeros que hablan, ver los escandalosos ser señores, ver a los pacíficos ser siervos; y (sobre todo y peor que todo) viven los malos contentos y los buenos descontentos.

Por ventura os tomará gana, hijos, de venir a ver los muros y edificios de Roma; porque las cosas que los niños ven primero en la infancia, aquéllas aman más y las tienen en la memoria. Según están destruidos los edificios antiguos, y según los pocos que han hecho nuevos, querría que perdieses la gana de venir a verlos; porque a la verdad los corazones generosos y piadosos afrenta les es ir a ver una cosa cuando no pueden poner remedio en ella. No penséis, hijos, que si Roma está dañada en las costumbres, que por eso está mejorada en los edificios; porque os hago saber, si no lo sabéis, que si cae un muro, no hay quién le repare; si se derroca una casa, no hay quien la levante; si se ensucia una calle, no hay quien la limpie; si se lleva el río una puente, no hay quien la funde; si se gasta una antigualla, no hay quien la mejore; si se pierde una fuente, no hay quien la busque; si se tala un bosque, no hay quien lo guarde; si se envejecen los árboles, no hay quien otros plante; si se estragan los caminos, no hay quien los empiedre; si se toma el suelo de la república, no hay quien lo defienda. Finalmente no hay en Roma hoy cosa más maltratada, que son aquellas cosas que tienen voz de república. Todas estas cosas, hijos míos, aunque las encarezco acá mucho, podéis tenerlas allá en poco, que esto sólo se ha de estimar y para siempre con gotas de sangre llorar, conviene a saber: que los edificios en Roma se caen a pedazos y los vicios en Roma se entran todos juntos. ¡Oh!, triste de nuestra madre Roma, que cuanto más va, menos tiene de los muros antiguos y más se puebla de vicios nuevos.

Acordándome que os parí con mucho dolor, y os crié con mucho trabajo, y que nacisteis de mis propias entrañas, querría como madre teneros cabe mí para mis angustias, pero al fin, mirando las proezas de los pasados, que dejan en obligación a sus herederos, yo soy contenta de sufrir tan larga ausencia sólo porque cumpláis vosotros con la caballería; porque más quiero, hijos míos, oír que vivís como caballeros en África que no veros andar perdidos por Roma. Como estáis, hijos míos, en los trabajos de África, no dudo sino que tenéis deseo de los placeres de Roma; porque no hay hombre en el mundo tan prosperado que no tenga envidia a la prosperidad de su vecino. No tengáis envidia a los viciosos, ni menos deseéis veros entre los vicios, que a la verdad son de tal calidad los vicios, que no traen tanto placer cuando vienen como dejan pesar cuando se van; porque el verdadero placer no está en el deleite, que pasa presto, sino en la verdad, que dura mucho.

No digo más en ésta, mis hijos, sino que a los inmortales dioses ruego que, si vuestra vida ha de ser para el bien de la república, quiten de mis días y añadan en los vuestros; pero si vuestra vida ha de ser en daño de la república, a esos inmortales dioses ruego primero oiga yo el fin de vuestros días que no los gusanos se apoderen de mis entrañas; porque en peligrar la fama de nuestros pasados iría mucho y en perder la vida vosotros iría muy poco. La gracia de los dioses, la fama entre los hombres, la buena mano en los hados, la fortuna de los romanos, la sabiduría de los griegos y la bendición de Scipión y de todos los otros vuestros padres y abuelos, sea con vosotros mis hijos.

De estos fragmentos puede apreciarse, como lo refiere el feminismo radical, que las reflexiones de las mujeres al igual que los hombres, están marcadas por su experiencia de vida. Cuando Cornelia recurre a una retórica política de exaltación de los valores ciudadanos, lo hace desde una perspectiva fundada en la ética del cuidado del otro, sus hijos, a los que exhorta la práctica del buen ciudadano y respecto de la que se atribuye cierta responsabilidad por ser quien inculcó dichos valores.

Nuestra autora se erige observa que se erige en su identidad de madre y esposa; y desde esa posición, requiere a sus hijos las cualidades de honor que los hará ciudadanos dignos de Roma, igual se verá en las siguientes autoras, no reclama la igualdad con los hombres, sino su espacio propio impuesto en su subjetividad particular.

El Medioevo.

La caída del mundo antiguo y la conversión de Europa al cristianismo, con elementos de diferentes órdenes y valores, principios teológicos de tradición bíblica o de origen cristiano; costumbres del mundo grecorromano, usanzas del judaísmo y del cristianismo primitivo, generó una ideología de mayor reclusión y sumisión de las mujeres.

Los reinos bárbaros fundados en el siglo V en la Europa Occidental dieron paso a la formación de sociedades feudales con un nuevo orden económico fundado en la agricultura, donde toda la existencia social, desde el emperador, señor feudal hasta los siervos, correspondía a la relación de la propiedad o posesión de la tierra.
Para el siglo IX, la sociedad era esencialmente rural y la condición de los hombres estaba determinada por sus relaciones con la tierra, mientras que la Iglesia había adquirido un ascendente poder económico y moral derivado de las obligaciones de los fieles, al grado que fue esta la quién rescató y preservó la cultura, quedando subordinada a la religión.

En los siglos XI y XII, Occidente adquirió unidad, ideológicamente; los valores cristianos le confirieron cohesión, y los feudos se caracterizaron por ser unidades políticas, sociales y económicas de ámbitos culturalmente cerrados con una tradición patriarcal.

Esta ideología de tradición romana, permitió que la estructura social del paterfamilias como jefe de la familiar hasta los altos jerarcas de la Iglesia, permeara todas las demás instituciones de poder en la época medieval, lo cual dio lugar al nacimiento de una nueva clase social, que sería la custodia del pensamiento y saber filosófico de esos tiempos, las órdenes religiosas, ámbitos propicios para la reflexión filosófica, donde el pensamiento de algunas mujeres pudo desarrollarse a la par que el de los filósofos de la época.

En este periodo la condición de la mujer continuaba subordinada en los ámbitos social y político, como en la vida doméstica, donde sus opciones de vida estaban limitadas a la vida familiar como esposas, hijas o madres, o en las órdenes religiosas, donde su posición era definida por la institución eclesiástica y concebían la realidad a partir de criterios, los valores y las jerarquías masculinas.

Las obras relacionadas con la condición femenina escritas por los pensadores de la época, referían por un lado a la teología femenina de la creación, otras en contra, que sostenían la primacía biológica del hombre y debido a ello, la mujer se subordinaba desde el punto de vista ontológico y social.

Por ello el pensamiento femenino sólo pudo desarrollarse para ciertas mujeres, aquellas que se encontraban en una situación de cierto privilegio, ya miembros de la realeza o de familias nobles, donde pudieron acceder a la escritura y la lectura, como Tamara de Georgia, Nicolaa de la Haye, Isabel de Fortibus, Leonor de Provenza, Leonor de Castilla, Leonor de Aquitania, Blanca de Castilla, Cristina de Pizan y la Condesa Dia, entre muchas otras; o bien en el ámbito religioso monacal, con Hrotswitha de Gandersheim, Jutta o Hildegarda von Bingen.

No debemos olvidar que el contexto histórico de las trovadoras se desarrolló en la época de las cruzadas, donde eran utilizadas como objeto de intercambio entre los señores feudales para establecer alianzas políticas.

Bajo estas circunstancias, eran mujeres nobles que sabían leer y escribir y relatan mediante canciones y poemas hacia sus amantes, el sentir de su vida, visto desde su subjetividad, destacando en algunos de ellos, los sentimientos de libertad para poder expresar sus sentimientos y destacar el reclamo de elección que les era negado.

La lírica provenzal fue uno de los estilos literarios en los que destacaron las mujeres de familias nobles, donde, con un lenguaje poético, se refieren a ellas mismas y su experiencia, dan cuenta como se perciben su subjetividad y se saben concebidas como objeto de intercambio, pero que se rebelan a esto escribiendo y componiendo canciones para los hombres que elegían amar y que rara vez coincidían con quien las desposaba.

La literatura femenina desarrollada en las cortes de la época permitió a las mujeres, describir su realidad, con temas propios y desde su experiencia, tal fue el caso de las trovadoras como la Condesa de Dia y escritoras de profesión como Cristina de Pizán que cuestionó la situación de inferioridad de la mujer.

Su obra se caracteriza por contar con un estilo diferente, al escribir poesía desde su propio sentir, lo que les permitió plasmar su peculiaridad, con novedosas marcas personales, a diferencia de la lírica escrita por los trovadores como se observa en el poema del Mio Cid, que atiende a relaciones épicas y de fuerza como el caso de la Iliada y que difiere no sólo en un estilo más formal, de la poesía de la Condesa Dia, que resulta más personal, espontánea, vibrante y directa.

Fragmento del Poema del Mio Cid.

“…
Todos se habían ido, ellos cuatro solos son,
así lo habían pensado los infantes de Carrión:
Aquí en estos fieros bosques, doña Elvira y doña Sol,
vais a ser escarnecidas, no debéis dudarlo, no.
Nosotros nos partiremos, aquí quedaréis las dos;
no tendréis parte en tierras de Carrión.
Llegarán las nuevas al Cid Campeador,
así nos vengaremos por lo del león.

Van estas noticias a Valencia la mayor;
cuando se lo dicen a mío Cid el Campeador,
un gran rato pensó y meditó;
alzó al fin la mano, la barba se tomó
Alabado sea Cristo, que del mundo es señor;
ya que así me han ofendido los infantes de Carrión,
juro por esta barba, que nadie me mesó,
no lograréis deshonrarme, infantes de Carrión;
que a mis hijas bien las casaré yo.”


Poema de la Condesa de Dia

“De alegría y juventud me sacio”

Yo he escogido un hombre valioso y cortés
Cuyo valor mejora y aumenta,
Generoso, recto y prudente, que tiene juicio y sensatez.
Le ruego que me crea,
Y que nadie pueda hacerle creer
Que yo he cometido jamás falta hacia él;
Y no encuentro en él ningún defecto.


En esta canción, muestra como algunas mujeres, a través de la lírica expresan su sentir y también recurre al yo autorreferencial, para hacer valer su individualidad, libertad y poder respecto de situaciones donde pueden ejercerlo en sus relaciones afectivas cuando eligen para sí a pesar del matrimonio impuesto.

Las mujeres trovadoras no buscaban el reconocimiento de la comunidad, sólo intentan alzar su voz, canalizar su alma y la conciencia de sí como elementos de una subjetividad femenina.

Otra escritora destacada en la época medieval fue Cristina de Pizán, poetisa francesa , cuyas reflexiones cuestionan la posición de inferioridad de la mujer frente a ante los hombres, señalando que las mujeres podían ser inteligentes, virtuosas y valientes.

Este pensamiento cuestionó de manera pública el sometimiento al que estaban destinadas, sin importar la condición social en la que se encontraran.

Destaca la defensa que hace de las mujeres frente a obras en las que se las calumnia, como ocurrió con Jean Meung en la segunda parte del Romance de la Rosa. Su obra más importante, fue “La Ciudad de las damas”:

Cómo la Dama habló a Cristina de la Ciudad que debía construir y de cómo su misión era ayudarla a levantar las murallas y cerrar el recinto de la ciudadela

Así, querida hija, sobre ti entre todas las mujeres recae el privilegio de edificar y levantar la Ciudad de las Damas. Para llevar a cabo esta obra, como de una fuente clara, sacarás agua viva de nosotras tres. Te proveeremos de materiales más duros y resistentes que bloques de mármol macizos que esperan a estar sellados. Así alcanzará tu Ciudad una belleza sin par que perdurará eternamente.

Acabo de explicarte, hija mía, las razones de nuestra venida, y para dar más peso a mis palabras, quiero revelarte ahora mi nombre. Con sólo oírlo, y si quieres seguir mis consejos, sabrás que tienes en mí una fiel guía para acabar tu obra sin equivocarte. Razón me llaman. Puedes felicitarte por estar en tan buenas manos. Esto es todo por ahora”.

“Si fuera costumbre mandar a las niñas a las escuelas e hicieránles luego aprender las ciencias, cual se hace con los niños, ellas aprenderían a la perfección y entenderían las sutilezas de todas las artes y ciencias por igual a ellos… pues… aunque en tanto que mujeres tienen un cuerpo más delicado que los hombres, más débil y menos apto para hacer algunas cosas, tanto, más agudo y libre tienen el entendimiento cuando lo aplican. Ha llegado el momento de que las severas leyes de los hombres dejen de impedirles a las mujeres el estudio de las ciencias y otras disciplinas. Me parece que aquellas de nosotras que puedan valerse de esta libertad, codiciada durante tanto tiempo, deben estudiar para demostrarles a los hombres lo equivocados que estaban al privarnos de este honor y beneficio. Y si alguna mujer aprende tanto como para escribir sus pensamientos, que lo haga y que no desprecie el honor sino más bien que lo exhiba, en vez de exhibir ropas finas, collares o anillos. Estas joyas son nuestras porque las usamos, pero el honor de la educación es completamente nuestro.
…”

Esta obra supone una de las primeras manifestaciones explícitas del reclamo a un trato desigual frente a los hombres por la simple condición de ser mujer y exige el derecho, no sólo a estudiar, sino a plasmar sus conocimientos y enseñar los mismos, actividad prohibida para las mujeres de la edad Media.

En el ámbito religioso, destaca la obra de Hroswita de Gandersheim, historiadora, narradora y poetisa, nació entre los años 930 y 935 en Turingia. Fue canonesa y escritora en la abadía benedictina de Gandersheim, en la Baja Sajonia.

Escribió en latín y es considerada como una de las primeras mujeres en componer obras de teatro en esa lengua. Dejó como legado dos poemas épicos sobre las gestas imperiales, tres trabajos laudatorios, un estudio sobre la abadía en la que vivió, leyendas, prefacios, entremeses, notas sobre sus maestros, apuntes sobre sus fuentes de inspiración y centenares de líneas dedicadas a los burdeles, las prostitutas y su redención.

Por su parte, Hildegarda de Binghen , abadesa y maestra de una comunidad de religiosas, ocupó una posición extraordinaria en el mundo intelectual del siglo XII, que era totalmente dominado por la elite restringida, masculina y clerical.

Su obra destaca particularmente por estar basada en dones visionarios y apelar a su condición de “in nomine femineo indocta” mujer ignorante, lo cual como argumento de humildad, le permitió desde su posición profética, tomar distancia y superar su cuestionada femineidad.

Ella hablaba y escribía como una medium ignorante, no como mujer, lo cual favoreció que se relacionase con los poderosos de su época, no solo del ámbito eclesiástico, reyes y emperadores, a quienes no siempre se dirige en el tono más amable. La obra de Hildegarda se concentra en tres obras, "Sci vias Dei" o "Conoce los caminos de Dios" (Scivias), Liber Vitae Meritorum y Liber Divinorum Operum.

En su primer libro, Scivias, deduce de sus visiones, prescripciones morales y sociales, advertencias contra abusos, tanto eclesiásticos como sexuales.

Se detiene especialmente en la virtud de la justicia, sobre todo, entre aquellos que tiene como misión el gobierno de los pueblos, exhortando a que se parezcan a Cristo cabeza y gobernante de todo lo que existe, ya que es Cristo quien, con perfecta justicia conduce a los hombres a la salvación, siendo necesario que quienes gobiernan las naciones, actúen también con justicia y equidad.

“Rasgos de los Principados y su significado.
Los de la tercera milicia semejaban de mármol blanco, con cabezas igual que las de los hombres, sobre las que llevaban ardientes antorchas y, desde los hombros hacia abajo, los rodeaba como una nube de hierro: estos son los Principados; señalan que cuantos por don del Señor, sean en el mundo príncipes de los hombres, deberán revestirse de la sincera fortaleza de la justicia, no caigan en la mudanza y la zozobra; antes bien mirarán a Cristo, Hijo de Dios como cabeza suya, gobernarán sus dominios según Su voluntad en cuanto a los menesteres de los hombres y mantendrán encendida sobre ellos la Gracia del Espíritu Santo con el ardor de la verdad para que perseveren, firmes y constantes, en la pujanza de la equidad hasta el final”

En Scivias, Hildegarda reconoce la existencia de una ley natural que se perfecciona y llega a plenitud por la ley interior del espíritu, cuando la razón se abre y en libertad es colmada por la “gracia ígnea :


“Y así Yo, la energía ígnea, me oculto en estas cosas, y ellas arden por Mí, como la respiración continua mueve al hombre y como la voluble llama está en el fuego. Todas estas cosas viven en su esencia y no mueren, porque Yo soy la vida. También soy la racionalidad, que tiene en sí el aliento de la Palabra que resuena, por la que toda creatura fue hecha. Y la insuflé en todas las cosas de manera que ninguna de ellas fuera mortal en su género, porque Yo soy la vida.
Y en verdad soy la vida íntegra, que no ha sido esculpida en piedra ni brotó frondosa de las ramas ni radica en la potencia [generativa] humana: antes bien, todo lo que vive tiene sus raíces en Mí. Pues la racionalidad es la raíz, en ella florece la Palabra que resuena …”

Respecto de su obra Liber Divinorum Operum, algunos investigadores la definen como “un análisis de la conexión entre el microcosmos –el mundo de la creación, de los seres humanos especialmente– y el macrocosmos –el Universo colmado por Dios y abrazado por Él–”,destacando aspectos como el hecho de que las virtudes aparecen en figura femenina y refiere el carácter racional de Dios, que reflejan de manera más directa a Dios mismo a través de amor divino o caritas y la sabiduría de Dios o Sapientia.


“…
Por eso, siendo Dios racional, ¿cómo podría ser que no obrase, cuando toda su obra florece a través del hombre, a quien hizo a su imagen y semejanza, y a todas las creaturas –según su medida– significó en el hombre? Pues desde toda la eternidad fue Voluntad de Dios hacer su obra, esto es, el hombre; y cuando la acabó, le dio todas las creaturas para que trabajara con ellas, como el mismo Dios lo había hecho con él ...”

Así, aun cuando el pensamiento de Hildegarda corresponde a una tradición escolástica propia del contexto histórico y social donde vivió, ese mismo contexto le permitió definir su forma de pensamiento y profundizar desde una perspectiva femenina respecto de temas tratados por los autores de la época, como universales, la justicia, el orden, la libertad y la virtud personal.

El Renacimiento

El renacimiento significó para la historia de Occidente una evolución ideológica sobre asuntos humanos y sobre el mundo natural que permitió el paso de una visión teocéntrica del mundo, de la sociedad y de la naturaleza, a la construcción de una imagen antropocéntrica y secularizada.

Entre los autores del Renacimiento, se generaron nuevas ideas y pensamientos que posibilitan delinear aspectos definitorios de esa época, como el empirismo y autoafirmarse frente a un largo período teocéntrico; el ser humano pasa a ocupar el núcleo de su pensamiento, lo que requiere definir su especificidad e individualidad.

Esta definición de su ser ya no va a estar supeditada a Dios o a la Naturaleza, si bien ninguna de las dos realidades son negadas en su magnitud, lo nuevo es que el determinismo a que se vio abocado el hombre se atenúa a favor de comprensiones en las que la autonomía y la libertad comienzan a considerarse valores.

En este contexto, destaca el pensamiento de mujeres con más libertad para expresarse, que empiezan a desarrollar un pensamiento propio más filosófico y cuestionan las condiciones y posición en que vivían.

Oliva Sabuco filósofa nacida en España, se distingue por desarrollar una cosmovisión basada en la interacción psicofísica, que plantea como las afecciones del espíritu influyen en el cuerpo humano, lo cual desarrolla en su obra “Nueva Filosofía”, donde aborda, desde su particular experiencia y una visión integral del ser humano con la naturaleza, la existencia de una relación entre poder y conocimiento.

“…
Hay afectos que llegan a provocar enfermedades en el organismo, incluso la muerte si son desmesurados, como el enojo, la tristeza, los celos, la pereza, el odio vengativo, la desesperanza de bien y el miedo. Otros hay que, por el contrario, proporcionan vida saludable, como la alegría, amistad, esperanza de bien, eutrapelia o moderación en las diversiones y la agradable conversación. Entre los antídotos contra los malos afectos recomienda deleitarse con la música, disponer de ocio, disfrutar de la naturaleza, gozar de la conversación con las amistades, rodearse de aromas agradables y alegrar la vista con la hermosura.”



Al respecto de esta obra, cabe señalar que la misma permite comprender como era concebida la relación mente-cuerpo, desde una visión distinta de la masculina y que resulta más humanista en su contenido pues muestra un pensamiento cosmogónico que reflexiona sobre el equilibrio individual de la razón y la armonía del espíritu.

Sabuco escribió sobre temas como la comprensión de la reproducción biológica humana y la negación de la igual aportación de la mujer y del hombre en la generación del nuevo ser, cuestionando a través de un posicionamiento ético-político las afirmaciones ideológicas de la época respecto de la exigua capacidad intelectual del sexo femenino y la casi nula aportación biológica de la mujer en la perpetuación de la especie; o la nula aportación en la generación de varones inteligentes.

También destacó en este periodo, Veronica Franco, veneciana nacida en el Cinquecento, poetisa, benefactora y defensora de los derechos de la mujer y una de las más célebres exponentes de la “cortesana honesta” que gozaba de una cultura refinada gracias a su talento artístico en general y literario en particular, lo cual puede observarse en el fragmento del poema que se inserta y que la autora escribe como respuesta a los versos ofensivos que el poeta Maffio Venier escribió en su ataque:


[…] Verdadera y única y el resto me llamasteis,
aludiendo a mi nombre Veronica,
y en vuestro discurso me criticasteis;
pero en mi diccionario yo no sé cómo
única propiamente algo
en mala parte y en criticar se nombre.
Quizás se diría impropiamente,
pero la anfibología no cuadra en qué
vos mostrar queréis expresamente.
Aquella de la cual la fama es gloriosa,
y que en belleza o en valor destaca,
sin igual con mucho virtuosa,
única con gran razón conviene que se llame,
y el arte, a la ironía no sometido,
elegido entre los otros, un tal vocablo le dio.
El único en elogio y en valor viene expuesto
por quien entiende; y quien habla de otro modo
del sentido del hablar se va distante.
Esto no es, señor, error de tono,
el nombrar aquello contra lo que se blasfema
con el título de las cosas más excelentes.

[…]

Y bien si meretriz me llamáis,
o queréis deducir que yo no soy una de ellas,
o que entre tales hay algunas elogiadas.
Cuanto las meretrices tienen de bueno,
cuanto de agradable y de amable,
expresa en mi de vuestro hablar el tono. […]


La naturaleza política y seductora de sus poesías, escritas en verso con un lenguaje altamente refinado e incluso erótico en algunas ocasiones, deja traslucir no sólo la intención de un reconocimiento a la identidad femenina como una condición particular de las mujeres sino también una fuerte preocupación por las mujeres desvalidas en una sociedad donde reinaba la desigualdad y subyugación para las mujeres.

Otro ejemplo del pensamiento femenino en el Renacimiento fue la obra de Moderata Fonte , también veneciana, que cuestiona la superioridad masculina, criticando la superioridad reconocida a los hombres en las relaciones de matrimonio y familia.

“Si fuese verdad”-dijo entonces Virginia-“ que los hombres fueran de tal perfección como decís vos, ¿Por qué nos son superiores? A esta cuestión respondió Corinna. “ Esta superioridad se la han arrogado ellos mismos, que aunque dicen que debemos estar sometidas, se debe entender sometidas en el modo que lo estemos en desgracias, en enfermedades y en otros accidentes de la vida; es decir, no un sometimiento de obediencia, sino de paciencia y no para servirles a ellos con temor, sino para soportarlos con caridad cristiana porque nos han sido dados para nuestros ejercicios espirituales y esto se lo toman ellos en sentido contrario y nos quieren oprimir, usurpándose arrogantemente el señorío que quieren tener sobre nosotras y que, en cambio, deberemos tener nosotras sobre ellos, porque se ve claramente cuando van a trabajar fuera de casa para ganar nuestros propios bienes como hacen los administradores y los mayordomos mientras nosotras estamos en casa gozando y dando órdenes como verdaderas amas. Por esto han nacido más robustos y más fuertes que nosotras, para soportar el cansancio a nuestro servicio”.

Llama la atención en la obra de esta autora como en las anteriores, que no cuestiona la desigualdad existente entre mujeres y hombres, sino la obediencia impuesta por esa supuesta relación de superioridad masculina, a la vez que exalta la subjetividad femenina como un valor de las mujeres y que le permite colocarse frente a los hombres en una posición de igualdad e incluso de superioridad.


La Modernidad

La evolución histórica del pensamiento renacentista dio lugar a las reflexiones de pensamiento moderno que pudieran explicar los principios que rigen la sucesión de los acontecimientos humanos desde el aspecto racional.

La modernidad tampoco significó un cambio en la situación de la mujer pues seguían siendo consideradas objeto de escalonamiento social o intercambio de patrimonio por lo que se refiere a las clases altas, en la clase baja, bien podría decirse, que únicamente se creó una nueva servidumbre, la laboral, continuando todas las mujeres menospreciadas por su condición femenina.

No obstante, al igual que en las anteriores épocas de la historia, las afortunadas que tuvieron acceso a la educación y cultura, en su mayoría de clase alta, pudieron cuestionar desde su posición, la situación en que vivían como mujeres, siempre desde el espacio privado y a través de la literatura y poesía, tal fue el caso de mujeres como María de Zayas y Sotomayor, Louise Labé y Sor Juana Inés de la Cruz.

María de Zayas Sotomayor, 1590, novelista española del Siglo de Oro, una importante escritora junto con Mateo Alemán y Miguel de Cervantes, considerada como una temprana feminista señala en su obra:

“…
Nací en la casa de mis padres sola, para que fuese sola la perdición de ella: hermosa, ya lo veis; noble, ya lo he dicho; rica, lo que bastara, a ser yo cuerda, o a no ser desgraciada, a darme un noble marido. Criéme hasta llegar a los doce años entre las caricias y regalos de mis padres; que, claro es que no habiendo tenido otro de su matrimonio, serían muchos, enseñándome entre ellos las cosas más importantes a mi calidad.

Ya se entenderá, tras las virtudes que forman una persona virtuosamente cristiana, los ejercicios honestos de leer, escribir, tañer y danzar, con todo lo demás competentes a una persona de mis prendas, y de todas aquellas que los padres desean ver enriquecidas a sus hijas; y más los míos, que, como no tenían otra, se afinaban en estos extremos; salí única en todo, y perdonadme que me alabe, que, como no tengo otro testigo, en tal ocasión no es justo pasen por desvanecimiento mis alabanzas; bien se lo pagué, pero más bien lo he pagado.

Yo fui en todo extremada, y más en hacer versos, que era el espanto de aquel reino, y la envidia de muchos no tan peritos en esta facultad; que hay algunos ignorantes que, como si las mujeres les quitaran el entendimiento por tenerle, se consumen de los aciertos ajenos.

¡Bárbaro, ignorante! si lo sabes hacer, hazlos, que no te roba nadie tu caudal; si son buenos los que no son tuyos, y más si son de dama, adóralos y alábalos; y si malos, discúlpala, considerando que no tiene más caudal, y que es digna de más aplauso en una mujer que en un hombre, por adornarlos con menos arte.… ”

Por su parte, la obra de Louise Labé destaca por un estilo crítico hacia el dominio masculino imperante de la época:
"Puesto que ha llegado el tiempo en que las severas leyes de los hombres ya no impiden que las mujeres se dediquen a las ciencias y a las artes, me parece que las que gozan de comodidad para hacerlo deben emplear esta honesta libertad, tan deseada antiguamente por nuestro sexo, para aprenderlas y demostrar a los hombres el daño que nos hacían al privarnos del bien y del honor que ellas podían procurarnos".

Otro ejemplo de la época es la obra de Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, después Sor Juana Inés de la Cruz, religiosa del Convento de San Gerónimo en la Nueva España. Destaca su obra poética y la crítica que hizo a los límites entre lo humano y lo divino, entre el amor de Dios y el de los hombres; y que dio motivo a que el Obispo de Puebla, D. Manuel Fernández de Santa Cruz (bajo el seudónimo de Sor Filotea), le escribiera pidiéndole que se alejara de las letras profanas y se dedicara por entero a la religión. Sor Juana se defendió en una larga misiva autobiográfica, en la cual abogó por los derechos culturales de la mujer y afirmó su derecho a criticar y a impugnar tal sermón:
“…
Confieso también que con ser esto verdad tal que, como he dicho, no necesitaba de ejemplares, con todo no me han dejado de ayudar los muchos que he leído, así en divinas como en humanas letras. Porque veo a una Débora dando leyes, así en lo militar como en lo político, y gobernando el pueblo donde había tantos varones doctos. Veo una sapientísima reina de Sabá, tan docta que se atreve a tentar con enigmas la sabiduría del mayor de los sabios, sin ser por ello reprendida, antes por ello será juez de los incrédulos. Veo tantas y tan insignes mujeres: unas adornadas del don de profecía, como una Abigaíl; otras de persuasión, como Ester; otras, de piedad, como Rahab; otras de perseverancia, como Ana, madre de Samuel; y otras infinitas, en otras especies de prendas y virtudes.

Si revuelvo a los gentiles, lo primero que encuentro es con las Sibilas, elegidas de Dios para profetizar los principales misterios de nuestra Fe; y en tan doctos y elegantes versos que suspenden la admiración. Veo adorar por diosa de las ciencias a una mujer como Minerva, hija del primer Júpiter y maestra de toda la sabiduría de Atenas. Veo una Pola Argentaria, que ayudó a Lucano, su marido, a escribir la gran Batalla Farsálica. Veo a la hija del divino Tiresias, más docta que su padre. Veo a una Cenobia, reina de los Palmirenos, tan sabia como valerosa. A una Arete, hija de Aristipo, doctísima. A una Nicostrata, inventora de las letras latinas y eruditísima en las griegas. A una Aspasia Milesia que enseñó filosofía y retórica y fue maestra del filósofo Pericles. A una Hipasia que enseñó astrología y leyó mucho tiempo en Alejandría. A una Leoncia, griega, que escribió contra el filósofo Teofrasto y le convenció. A una Jucia, a una Corina, a una Cornelia;…

Las mismas alabanzas le mereció Blesila, viuda; y las mismas la esclarecida virgen Eustoquio, hijas ambas de la misma Santa; y la segunda, tal, que por su ciencia era llamada Prodigio del Mundo. Fabiola, romana, fue también doctísima en la Sagrada Escritura. Proba Falconia, mujer romana, escribió un elegante libro con centones de Virgilio, de los misterios de Nuestra Santa Fe. Nuestra reina Doña Isabel, mujer del décimo Alfonso, es corriente que escribió de astrología. Sin otras que omito por no trasladar lo que otros han dicho (que es vicio que siempre he abominado), pues en nuestros tiempos está floreciendo la gran Cristina Alejandra, Reina de Suecia, tan docta como valerosa y magnánima, y las Excelentísimas señoras Duquesa de Aveyro y Condesa de Villaumbrosa.


¡Oh cuántos daños se excusaran en nuestra república si las ancianas fueran doctas como Leta, y que supieran enseñar como manda San Pablo y mi Padre San Jerónimo! Y no que por defecto de esto y la suma flojedad en que han dado en dejar a las pobres mujeres, si algunos padres desean doctrinar más de lo ordinario a sus hijas, les fuerza la necesidad y falta de ancianas sabias, a llevar maestros hombres a enseñar a leer, escribir y contar, a tocar y otras habilidades, de que no pocos daños resultan, como se experimentan cada día en lastimosos ejemplos de desiguales consorcios, porque con la inmediación del trato y la comunicación del tiempo, suele hacerse fácil lo que no se pensó ser posible. Por lo cual, muchos quieren más dejar bárbaras e incultas a sus hijas que no exponerlas a tan notorio peligro como la familiaridad con los hombres, lo cual se excusara si hubiera ancianas doctas, como quiere San Pablo, y de unas en otras fuese sucediendo el magisterio como sucede en el de hacer labores y lo demás que es costumbre.

Porque ¿qué inconveniente tiene que una mujer anciana, docta en letras y de santa conversación y costumbres, tuviese a su cargo la educación de las doncellas? Y no que éstas o se pierden por falta de doctrina o por querérsela aplicar por tan peligrosos medios cuales son los maestros hombres, que cuando no hubiera más riesgo que la indecencia de sentarse al lado de una mujer verecunda (que aun se sonrosea de que la mire a la cara su propio padre) un hombre tan extraño, a tratarla con casera familiaridad y a tratarla con magistral llaneza, el pudor del trato con los hombres y de su conversación basta para que no se permitiese. Y no hallo yo que este modo de enseñar de hombres a mujeres pueda ser sin peligro, si no es en el severo tribunal de un confesonario o en la distante docencia de los púlpitos o en el remoto conocimiento de los libros, pero no en el manoseo de la inmediación. Y todos conocen que esto es verdad; y con todo, se permite sólo por el defecto de no haber ancianas sabias; luego es grande daño el no haberlas. Esto debían considerar los que atados al Mulieres in Ecclesia taceant, blasfeman de que las mujeres sepan y enseñen; como que no fuera el mismo Apóstol el que dijo: bene docentes. Demás de que aquella prohibición cayó sobre lo historial que refiere Eusebio, y es que en la Iglesia primitiva se ponían las mujeres a enseñar las doctrinas unas a otras en los templos; y este rumor confundía cuando predicaban los apóstoles y por eso se les mandó callar; como ahora sucede, que mientras predica el predicador no se reza en alta voz.

Por lo que hace a la subjetividad, muestra en su poesía, el uso de la razón desde la perspectiva femenina, donde hace alusión a la parte racional que tan denostada se encontraba en las mujeres por las instituciones sociales de la época y que defendió desde diversos literarios como fue la poesía:

Dime vencedor Rapaz,
vencido de mi constancia,
¿Qué ha sacado tu arrogancia
de alterar mi firme paz?
Que aunque de vencer capaz
es la punta de tu arpón,
¿qué importa el tiro violento,
si a pesar del vencimiento
queda viva la razón?

Tienes grande señorío;
pero tu jurisdicción
domina la inclinación,
más no pasa el albedrío.
Y así librarme confío
de tu loco atrevimiento,
pues aunque rendida siento
y presa la libertad,
se rinde la voluntad
pero no el consentimiento.

En dos partes dividida
tengo el alma en confusión:
una, esclava a la pasión,
y otra, a la razón medida.

Guerra civil, encendida,
aflige el pecho importuna:
quiere vencer cada una,
y entre fortunas tan varias,
morirán ambas contrarias
pero vencerá ninguna.
Cuando fuera, Amor, te vía,
no merecí de ti palma;
y hoy, que estás dentro del alma,
es resistir valentía.
Córrase, pues, tu porfía.

En esta obra, Sor Juana, como Safo y la Condesa de Dia, manifiesta su sentir reconociéndose, como un ser libre a través de la razón, desde su particular experiencia y responde ante situaciones de un destino impuesto, en uso de esa racionalidad critica y se rebela con su propia subjetividad en iguales proporciones que lo haría cualquier hombre.


El Siglo XVIII, la ilustración y el feminismo.

Ya para el siglo XVIII, en algunas sociedades europeas como Inglaterra, había un consenso mayoritario en cuanto a que las mujeres merecían una educación más esmerada cumplir de manera más satisfactoria sus papeles de hijas, esposas y madres. Esto dio lugar a una mayor participación de las mujeres respecto de ciertas actividades culturales como la pintura, la literatura y la poesía, siempre con la permisión masculina.

Las expresiones literarias son respecto de un mundo autorreflexivo, donde están incluidos temas de la intimidad femenina, el hogar, la familia, especialmente en su papel de madres, el amor, el matrimonio y la muerte por un lado y por el otro, aquellas que se permiten escribir sobre el mundo exterior donde se incluyen poemas de carácter laboral, social e histórico.

Sophie De Grouchy, Marquesa de Condorcet con su gran obra, “Cartas sobre la simpatía”, desarrolla y amplía la noción de simpatía de Carl Smith, aplicándola en una teoría social basada en la idea roussoniana de que el ser humano es bueno por naturaleza y para evitar su corrupción en el estado de civilización, es preciso fortalecer los vínculos con los demás, o sea, la simpatía.

De Grouchy lee a Smith a través de la perspectiva de Rousseau y de la situación política francesa, estableciendo una armonía entre racionalismo y ética de los sentimientos morales.
“¡Qué inmenso trabajo tiene que ser introducir en la educación, no ya desarrollar o dirigir la naturaleza, tan sólo conservar las inclinaciones benevolentes, preservar los sentimientos naturales de ser absorbidos por los prejuicios, tan acreditados y tan comunes que corrompen en sus fuentes los sentimientos de humanidad e igualdad, en cuanto al mantenimiento de la igualdad y la seguridad en todos los vínculos del orden social!”

Aspectos como la domesticidad y el sentido del humor son constantes de la poesía femenina del siglo XVIII aunque no lo es menos la asidua preocupación sobre el patriarcado como el carácter esencialmente reivindicativo y social que se imponía a las mujeres de esa época, donde la sumisión a la autoridad masculina da origen a algunos de los poemas más dramáticos. The rights of women de Anna Laetitia Barbauld expresa ese sentir:

Sí, heridos Mujer! lugar, hacer valer tu derecho!
¡Mujer! demasiado tiempo degradados, despreciados oprimido,;
Oh nacido para gobernar en la Ley parciales, a pesar de,
Resume tus o'er imperio nativo del pecho!

Sal fuera vestida de panoplia divina;
Ese ángel pureza que no admite manchas;
Vaya, la oferta de hombre orgulloso su gobierno se jactaba renunciar,
Y besa el cetro de oro de tu reinado.

Vaya, te ciñe con gracia; recoger tu tienda
De la artillería brillante mirando de lejos;
tonos de tu cañón de fusión atronador rugido,
Sonroja y temores tu revista de la guerra.

Tus derechos imperio: Instar a ningún derecho más alto y más -
no se define, y debatido, pierde si;
Al igual que los misterios sagrados, que excluirse de la fama,
Rehuir el debate, son los más venerados.

“An essay on woman” de Mary Leapor, que toma el título y la idea de “An essay on man” de Alexander Pope y cuyos primeros versos son:


La mujer es de intelecto fino,
mas el hombre prudente no la deja estudiar;
Si la mujer estudiara, el hombre mezquino
Con la rueca se vería hilar,
Y si la mujer utiliza el intelecto,
El hombre estará por debajo y ella por encima...

Para el siglo XIX, la revolución industrial permitió a las mujeres como grupo, tener acceso a la educación, escribir, leer, la ciencia y la filosofía, por un lado, debido a la ideología liberal imperante en la época y por el otro, al capitalismo, que generó cambios en los procesos económicos incidiendo en la clase trabajadora, donde la demanda de trabajo en las fabricas ocasionó que las mujeres ingresaran a la actividad laboral, en condiciones precarias y siempre inferiores a las que tenían los obreros.

Esto provocó por un lado, que al formar parte de los movimientos laborales, participaban de los discursos reivindicatorios de igualdad y libertad, lo cual dio origen a reflexiones ya no sólo filosóficas sino políticas, acerca de los derechos y la posición de la mujer en la sociedad, lo cual aunado a la importante producción literaria femenina, contribuyó a gestar un movimiento feminista de lucha de carácter social, donde las mujeres reclamaban su lugar dentro de esa sociedad.

Para 1791, en Francia, en el contexto de la revolución francesa, la principal activista de este movimiento fue Olympe De Gouges, quién escribió la Declaración de los Derechos de la mujer, donde reivindicaba la presencia y valor de las mujeres por su propia condición:
“Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana
Las madres, hijas, hermanas, representantes de la nación, piden que se las constituya en Asamblea Nacional. Por considerar que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes, a fin de que los actos del poder de las mujeres y los del poder de los hombres puedan ser, en todo instante, comparados con el objetivo de toda institución política y sean más respetados por ella, a fin de que las reclamaciones de las ciudadanas, fundadas a partir de ahora en principios simples e indiscutibles, se dirijan siempre al mantenimiento de la Constitución, de las buenas costumbres y de la felicidad de todos. En consecuencia, el sexo superior tanto en belleza como en coraje, en los sufrimientos maternos, reconoce y declara, en presencia y bajo los auspicios del Ser Supremo, los Derechos siguientes de la Mujer y de la Ciudadana… ”

Destaca en esta Declaración, la consciencia de identidad particular subjetiva, donde las mujeres, constituidas en sus diferentes roles de sociedad, piden se reconozca primero en esa individualidad y luego subjetivamente como sujetas de derechos.

De Gouges proclama la subjetividad femenina como el elemento central de la igualdad y libertad y no ser tratada como hombre, postulado posterior del feminismo liberal de mitad del Siglo XX.

Para el siglo XIX, el pensamiento liberal individualista había permeado el ámbito doméstico y las mujeres pueden cuestionar el papel tradicional que por su condición les había sido impuesto y comienzan a reflexionar respecto de esta situación pero al igual que las anteriores escritoras, siempre desde la perspectiva y experiencia propia en su pensamiento; el reclamo del reconocimiento de la subjetividad femenina para poder obtener la igualdad y libertad en las mismas condiciones de las que gozaban los hombres, como se observa de la obra de escritoras como Harriet Taylor Mill.

En la producción exclusivamente propia de esta autora, destaca por encima de otros ensayos sobre arte y política y colaboraciones para periódicos unitarios, el ensayo “La emancipación de la mujer”, escrito en 1851, publicado póstumamente, por John Stuart Mill, quien hizo la introducción.

El objeto de esta obra es hacer una reivindicación de los derechos de la mujer por encima de supuestas diferencias naturales y de prejuicios culturales, basándose en la experiencia histórica para demostrar que las mujeres están tan capacitadas como los hombres para realizar su propia más allá del ámbito doméstico.

“La verdadera cuestión es si es justo y conveniente que una mitad de la especie humana se pase la vida en un estado de subordinación forzada a la otra mitad. Si el mejor estado de la sociedad humana es el de estar dividida en dos partes, una de las cuales está integrada por personas con voluntad y con una existencia real, y la otra, por humildes compañeras de estas personas, ligadas cada una de ellas a un hombre, con el fin de criar a los hijos de ellos y hacerles su casa agradable; si éste es el lugar que tiene asignado la mujer, es pura caridad educarlas para ello: hacerles creer que la mayor fortuna que pueden tener es que las escoja algún hombre para este fin, y que todas las demás ocupaciones que el mundo considera felices y honradas, les están vedadas no por la ley de instituciones sociales, sino por la ley de la naturaleza y el destino.”

A partir del siglo XX, las reflexiones filosóficas socio-políticas respecto de las reivindicaciones de los derechos de las mujeres dan lugar a un amplio campo de trabajos no sólo literarios , sino teóricos también, que van desde el reclamo de la igualdad entre la mujer y el hombre hasta el reconocimiento expreso de la identidad femenina como elemento de la subjetividad en la teoría jurídica, con autoras como Virginia Wolf, Simone Weill, Simone de Beauvoir y Rosario Castellanos entre muchas otras.

A lo largo de la historia del pensamiento filosófico es de resaltar que las expresiones de las mujeres siempre han girado en torno del reconocimiento de su existencia en ese devenir histórico y ya desde épocas antiguas cuestionan su posición de inferioridad y el derecho a participar de la vida social, muchas veces desde las trincheras de la vida doméstica y otras de forma directa como Aspasia en la Grecia Antigua, Cornelia en el Imperio Romano, Cristina de Pizán en la Edad Media.

Obras escritas por mujeres como las que mencionan en el presente trabajo permiten demostrar que la conciencia y subjetividad femenina han estado presentes en los distintos contextos del devenir histórico, aun cuando la mayoría no son muy prolíficos y sólo atendieron a situaciones de libertad excepcionales.

Es cierto que no podemos comparar el pensar de los autores clásicos de cada época con el de las autoras contemporáneas, primero porque al estarles vedado el acceso la educación, a la participación política y al reconocimiento de su identidad como persona, también lo es que, aun en el siglo XXI continuamos ignorando la existencia de estas autoras, Entonces, no podemos crear una teoría integral ya sea política o jurídica que contemple el sentir y la forma de concebir la realidad de mujeres y hombres en las sociedades actuales.

En este sentido, conocer el pensamiento de autoras como Hildegarda de Bingen o Cristina de Pizán, que nos permitirían conocer como percibían la realidad mientras los hombres desarrollas el pensamiento político que ha sido superado por cada devenir histórico que les sigue.

No hacerlo, solo permite la perpetuidad de un pensamiento que históricamente nos pertenece a mujeres y hombres, en igual forma que toda la historia del pensamiento filosófico que actualmente estudiamos en los niveles de educación superior.

Fuentes consultadas


1. ARISTÓTELES, La Política, cap. V.

2. BURKE, Peter, “La nueva historia socio-cultural”, en Historia Social, Valencia, 1993, num. 17.

3. CHICO De Borja Ma. Elena. La Mujer en el mundo medieval. Siglos X a XIII. Ed. Porrúa. México, 2006.

4. http://www.cristinadepizan.com/.

5. http://www.educa.madrid.org/web/ies.magerit.madrid

6. http://www.escritorasypensadoras.com

7. http://www.filosofia.org/cla/gue/guerp231.htm

8. http://www.fmujeresprogresistas.org/fichavisibilidad/Sabuco.htm.

9. http://www.sabuco.eu/oliva_sabuco.htm

10. http://www.stoa.org/diotima/anthology/sulpicia-anth.shtml

11. http://www.trinity.edu/mstroud/3331/cid3.html

12. http://www.ucm.es/info/especulo/numero32/conddia.html.

13. http://es.wikipedia.org/wiki/Roman_de_la_Rose

14. La emancipación de la mujer, en Taylor Mill y Stuart Mill, Ensayos sobre la igualdad de los sexos, Mínimo tránsito, Madrid, 2000

15. Luciano, Estudio de un Retrato, XVII

16. VALCÁRCEL Amelia, Ética para un mundo global, Temas de Hoy, 2002.

17. WEILL Simone. http://hjg.com.ar/txt/sweil/sw_iliada.html

viernes, 21 de mayo de 2010

No puede compararse el pensamiento de los autores clásicos con el de sus contemporáneas, la manera en que percibieron al mundo correspondió a su experiencia particular, tampoco debe ignorarse la obra de estas autoras, el hacerlo contribuye a un pasado desigual, no crea una teoría integral, sea política o jurídica que contemple el sentir y la forma de concebir la realidad de mujeres y hombres en el pasado social lo que se refleja en una sociedad desigual en la actualidad.

domingo, 4 de abril de 2010

Sacrilegio

Cuando niña…

Tenía miles de preguntas
Miles de respuestas
Algunos sueños y muchos secretos

Jugaba contigo y a ser tu
Ensayaba las preguntas
Y pensaba las respuestas

Si fuera Dios…
No habría niñas o niños tristes
No habría huérfanos
No habría guerras,

Si fuera tu,
Sería tan fácil acabar con la tristeza,
el hambre, la guerra,
Habría día de reyes para todos,
incluso para los grandes

La primera pregunta fue tan simple…
Y entonces…
dude de ti,
No tenías la respuesta,

Sigue habiendo niños pobres,
Pobres de todo tipo,
Los que tienen todo y nada
Los que nada tienen y necesitan todo

Muchos de ellos han crecido, otros no,
Incluso el número de pobres crece
La esperanza no, esa, esa va a la baja

Hoy, a mis 30 he dejado de preguntar,
Y desde mucho antes comencé a justificar…
Justificar tu silencio, tu ausencia, tu indiferencia
Lo que sea por no perder mi fe,

Esta fe mía que sostiene mis pasos,

Mis sueños y mis secretos han cambiado,
No se cuando,
he perdido muchos,
algunos son fieles y siguen aquí,

Sigo jugando a ser tu,
Sigo teniendo mis preguntas
Sigo esperando tus respuestas

Sigue doliendo tu silencio, tu ausencia, tu indiferencia
Sigue el hambre, el dolor, las guerras,
Sigue la fe en ti, a pesar de todo y no entiendo porqué

Por qué no has bajado?, si estás arriba,
eso supondría que todo lo ves,
Por qué no haces nada contra lo que hay?
Por qué lo permites?

Hoy al hacer público este reclamo,
mi pecado de cuestión
Se ha transformado en sacrilegio,
Dudar de ti,

Confieso que he pecado,
Palabra, obra y omisión,
Porque Dudo que estés arriba,

dudo que todo lo veas,
dudo que todo lo puedas,
Dudo que todo lo sepas,
dudo que puedas cambiar algo,

Pero tu también!
Y de palabra, obra y omisión…

Porque hay promesas sin cumplir,
Obras que no debieron empezar y
La indiferencia con todo tu poder,
de tu omnipresencia, de tu fortaleza
Que no debería existir

Y sigo teniendo fe,
Porque espero que éste reclamo llame tu atención,
Que mientras buscas quién lo hizo,
Te topes con el dolor,
La guerra, el hambre, la esclavitud, la pobreza,
Y que no respondas mis preguntas
pero si que arregles lo que puedas…

miércoles, 31 de marzo de 2010

Devenir


Por donde comenzar?
Tengo tantas ideas en la cabeza

Lo mío no tiene simetría ni ritmo
Sólo la intención de salir
Salir de mi cabeza y plasmarse donde sea,
Donde pueda…

No hay totales sin partes
No hay partes que sólo quieran ser partes
Todas y todos buscamos lo que nos complete

Ella no se imagina sin ti
Tu ya no la ves sola
Ahora y ojala siempre sean los dos

El uno quedó allá a lo lejos
Donde las colinas de la alteridad separan el ser
Y mientras catapultan uno, el uno a la posteridad histórica
Relegan, abandonan a la otra a la sombra del recuerdo

Le confieren a esa otra, el lugar de honor, el de las diosas invisibles
Del primero, del único, del uno, hay mil imágenes a semejanza
De ellas y nosotras, en un principio no había ni número

Hoy, decenas de siglos han pasado,
porque las voces de la alteridad no son un invento de la modernidad
siempre han estado,
algunas en sigilosos discursos
desde las trincheras de lo privado
otras, alzando la voz temblando por el miedo a lo conocido y al olvido

Hoy, las valientes ya no somos nosotras, sino ellos,
Los que, a pesar de las corrientes, se han unido a nosotras
Y aun temiendo y en sigilosos pasos
Tomas mi mano para caminar juntos

Tu y yo, desde mi elección propia de vivir mi vida
Como mejor lo decida y solo compartiendo contigo,
Con ustedes, lo que se deba y…

Eligiendo para mi, por mi lo que me corresponde vivir sin ti
Y lo que en completo quiero vivir contigo

viernes, 12 de marzo de 2010

La cultura como elemento del Derecho

Las buenas noticias deben publicarse a detalle

GANAN UNIVERSITARIOS MEDALLA DE ORO EN COMPETENCIA INTERNACIONAL

• El grupo conformado por estudiantes de las carreras de Física, Matemáticas, Biología y Computación obtuvo el primer lugar en la categoría de Investigación Básica en Biología Sintética de la International Genetically Engineered Machine competition
• Contendieron contra más de 110 equipos de distintas universidades del mundo

Un equipo de alumnos de licenciatura de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM y del IPN, obtuvieron el primer lugar en la categoría de Investigación Básica en Biología Sintética de la competencia International Genetically Engineered Machines (iGEM). En esta misma clasificación, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) obtuvo el tercer lugar.

Luego de contender contra más de 110 equipos de reconocidas casas de estudio como Harvard, Cambridge y la Universidad de Tokio, entre otros, los jóvenes de las carreras de Biología, Física, Ciencias de la Computación y Matemáticas, de octavo y décimo semestre, consiguieron una medalla de oro.

Gilberto Gómez Correa, estudiante de Física de décimo semestre; Luis de Jesús Martínez Lomelí y Jesús Pérez Juárez, de octavo en las carreras de Matemáticas y Biología, respectivamente, formaron parte de la delegación que asistió recientemente a la competencia para representar al equipo UNAM-IPN.

El MIT, quien organiza el evento, brindó una muestra de ADN para la realización de circuitos u organismos modificados con funciones especificas. Nosotros trabajamos en el proyecto Turing meets synthetic biology, relató Luis de Jesús Martínez.

El proyecto busca corroborar ideas matemáticas o físicas en el mundo real; por ello, creamos un ejemplo propio. Estamos a la vanguardia del desarrollo de un área creciente: la biología sintética. “Siendo estudiantes de licenciatura creamos ciencia y tecnología de punta”, señaló.

Gilberto Gómez, de 22 años, explicó que el trabajo consistió en tomar un teorema matemático y tratar de probarlo en el ámbito de la biología. Armamos un circuito genético que reproducirá un comportamiento; al observar esta conducta en las células vivas, comprobamos el teorema. “Los patrones de Turing son las manchitas que aparecen en leopardos o serpientes”, acotó.

El equipo UNAM-IPN, fue fundado por el especialista del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS) de la UNAM, Pablo Padilla Longoria; cuenta con el apoyo de investigadores del Centro de Ciencias Genómicas de Cuernavaca y del Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional de Irapuato, Guanajuato, y como asesor, Francisco Razo Hernández.

“Unimos varios institutos, no sólo disciplinas; somos un grupo multidisciplinario y multicéntrico; la biología sintética propicia la integración de este tipo de vinculación”, dijo.

A su vez, Jesús Pérez, de 27 años, sostuvo que la FC promueve la modalidad de talleres, por ello, los estudiantes tienen la oportunidad de mantener un contacto directo con la vida cotidiana. “En el de Biología Sintética requerimos que se integren especialistas de las cuatro disciplinas para trabajar en proyectos de esta área”, mencionó.

Ganar una medalla de oro significa que nuestro trabajo estuvo al nivel de todos los centros de educación superior del mundo, resaltó.

México concursó con dos equipos, mientras que Estados Unidos y China mandaron entre 12 y 30, con gran cantidad de integrantes.

La mayoría de los grupos manejan recursos millonarios y un sinnúmero de patrocinadores, pero en proyectos y forma de exponerlos, estamos a la par, concluyó.

Gilberto Gómez agregó que el proyecto fue presentado en inglés al público y a cinco jueces, especialistas en distintas ramas del conocimiento del MIT.

Finalmente, Luis de Jesús Martínez relató que desde 2006 participan en la competencia, “ese año logramos una mención honorífica, al siguiente una medalla de bronce, en 2008 no tuvimos financiamiento, por tanto no participamos, y ahora en 2009 alcanzamos el oro”.