Se ha iniciado un interesante debate en el periódico El país en España, con la publicación del artículo ¿La lengua tiene género? ¿Y sexo? Una decena de personalidades de la cultura, la política y la educación entra en el debate sobre el sexismo del idioma español planteado por Ignacio Bosque, donde han participado varios académicos y académicas, investigadores e investigadoras e integrantes de la RAE, quienes debaten acerca de la trascendencia que tendrá, en el uso del lenguaje en la sociedad, eliminar aquellos elementos que resultan sexistas, donde algunos y algunas de las participantes expresan su preocupación por cambiar un lenguaje que les identifica como cultura y las implicaciones en la sintaxis y morfología que ello tendría. Resultando más complejo esta nueva forma de hablar el español que el existente. Dejo el link del artículo, para que puedan leerlo en su original versión.
http://cultura.elpais.com/cultura/2012/03/04/actualidad/1330896843_065369.html
Mi opinión.
Hablar de absurdos y no caer en lo ridículo, al cambiar nuestro lenguaje sexista, ellos lo llaman “neutral”. Particularmente, los hombres, a quienes cuesta trabajo entender la importancia de esto, pues su historia, su presencia siempre ha estado presente. ¿Absurdo sería todo en femenino? Actualmente, en el mundo, las mujeres somos mayoría y por tanto, atendiendo a elementos cuantitativos, sería lo correcto. ¿Sería excluyente? No debe perderse de vista que el cambio de la lengua debe ir acompañado de un cambio de pensamiento. Es decir, un cambio epistemológico e incluso cultural.
No caigamos en absurdos o discusiones inútiles, pongamos en práctica un apolítica incluyente en nuestro hablar, donde las mujeres estemos presentes como tales y no por homologación. Cambiemos nuestro lenguaje para hacernos presentes en la cultura y creamos nuestra cultura.
El lenguaje, como elemento cultural, ha estado fuertemente arraigado en nuestra conciencia como lo normal. Las mujeres fuimos educadas con un lenguaje androcéntrico por mujeres que fueron educadas con ese lenguaje, por mujeres que fueron educadas con ese lenguaje y con un imaginario donde lo normal era que las mujeres se casaran, fueran madres y un marido que las mantuviera, que las protegiera y se ocupara de ellas. Mujeres de casa.
Hoy, atender esa premisa cultural para las mujeres resulta cuestionada por mujeres profesionistas que no tienen marido, que no se han casado, que son madres solteras y eso ya no resulta tabú, que no tienen hijos. Entonces, ¿Por qué seguir siendo educadas con el mismo lenguaje con el que lo fueron sus abuelas? Los críticos y algunas críticas de estas reformas al lenguaje pierden de vista que lo que no se nombra, no existe. Hablar de un lenguaje neutral ya no es factible. Cuando se refieren al grupo genérico, de todos, lleva implícito un mensaje de exclusión, ¿intencionado? Seguro que no, forma parte de nuestra cultura pensar en masculino, pero al fin y al cabo de exclusión. No somos todos, hablemos algunas en ese todo que no somos consideradas al no nombrarnos. Lo interesante sería empezar a nombrarnos siempre que estemos ahí, incluso cuando se de por contado y hacernos presentes a través del lenguaje cuando no lo estemos.
Si somos capaces, mujeres y hombres, de distinguir, aprender y emplear los tres colores primarios, rojo, amarillo y azul, porque no hablar en masculino y femenino. No hacerlo, sería como hablar en blanco o negro.